Nunca
he llegado a encontrarme, algunas veces he creído divisar un punto
de luz al final del camino, pero todavía sigo perdida. Grito en
silencio porque no quiero que nadie me escuche. Porque una guerra
consta de batallas, y en la mía llevo perdidas unas cuantas.
El
truco está en que no se note lo rota que estás, en que nadie se
entere de que te has dado por vencida. Porque a veces no se puede con
todo, a veces las voces de tu mente ganan y te dejas llevar. Te
vuelven a arrastrar a ese pozo oscuro del que una vez saliste, pero
esta vez es diferente, esta vez no quiero que me salven. A veces no
queda más remedio que rendirte, porque estás tan vacía que
necesitas sentir algo, cualquier cosa, porque el dolor significa que
tu existencia es real.
Todos
esperan que pueda soportar el peso de mi vida, nadie se plantea ni
por un momento que tal vez no sea lo suficientemente fuerte para
aguantarlo, que las fuerzas flaquean, y que me gustaría rendirme,
cerrar los ojos y desaparecer. Porque preferiría mil veces el dolor
o la tristeza a este vacío que a veces amenaza con romperme del
todo.